"No siendo capaces las muchedumbres ni de reflexión ni de razonamiento, carecen de la noción de lo inverosímil, porque generalmente las cosas más inverosímiles son las que hieren más profundamente en su espíritu". (Psicología de las Multitudes, Gustavo Le Bon, Cap. III).
Muchos de quienes
hemos observado durante años a la sociedad norteamericana y a su extraordinario
experimento de democracia, hemos atribuido cualidades superiores a su pueblo.
La racionalidad, la disciplina, la puntualidad y la ética de trabajo de sus
hombres y mujeres fueron para muchos de nosotros ejemplos a seguir y metas a
conquistar. Jamás se nos habría ocurrido que en los Estados Unidos pudiera
ganar influencia o poder un orate como Adolfo Hitler, un simulador como Fidel
Castro o un payaso como Hugo Chávez.
Hagamos un breve
recorrido por el camino seguido por estos farsantes para esclavizar a sus
pueblos. En noviembre de 1923, un desconocido Adolfo Hitler y un reducido grupo
de seguidores intentaron dar un golpe de estado en Munich a un legítimo
gobierno alemán. El intento fracasó y Hitler fue a parar a la cárcel pero
sirvió de inicio a su carrera política. Nueve años más tarde, el Partido
Nacional Socialista de Hitler llegó al poder por elección popular, aunque sin
la mayoría absoluta que demandaba el endemoniado.
Para lograrla por la
violencia, el 27 de febrero de 1933 prendió fuego al Reichstag (Parlamento
Alemán), anuló importantes derechos fundamentales como la libertad de opinión,
de prensa, de asociación y reunión, se suspendió el secreto epistolar y
telegráfico, así como la garantía de la inviolabilidad del domicilio y se autorizó
a la policía a prohibir reuniones. Así empezó el régimen que, según Hitler,
perduraría por un milenio pero que terminó doce años más tarde con el saldo
alucinante de los 60 millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial.
El 26 de julio de
1953, un pandillero de 26 años de edad encabezó a un abigarrado grupo de
jóvenes ilusos que entraron a tiros en un cuartel militar de la dictadura de
Batista y, en una orgía de sangre, dieron muerte incluso a enfermos recluidos
en el hospital de la institución. Como su ídolo alemán, Fidel Castro fue a
parar a la cárcel. Y, siendo un discípulo aventajado, seis años más tarde, el
primero de enero de 1959, se hizo con más poder que ningún otro gobernante
previo en la convulsionada historia de Cuba. La pesadilla que ha desatado por
57 años le ha robado al cubano no sólo la prosperidad material sino sus
principios morales y su dignidad personal. Hoy somos un pueblo sin derrotero y
sin puerto que no encuentra donde anclar el barco de su esperanza.
Volviendo a su camino
diabólico, a partir de 1959 Castro desplegó una habilidad extraordinaria para
el engaño, la mentira y el encantamiento de un pueblo arrodillado a sus
plantas. Desde un principios negó ser comunista y dijo que celebraría
elecciones libres, que no estaba interesado en el poder, que no utilizaría la
fuerza para mantenerlo y que se iría cuando el pueblo no lo quisiera. Prometió
cosas descabelladas como que Cuba tendría el mejor ganado del mundo, que
produciría más naranjas que la Florida, que pronto se convertiría en exportador
de petróleo y que el pueblo alcanzaría un nivel de vida superior al de los
Estados Unidos.
Pero donde alcanzó la
cima de lo inverosímil y perpetró la mayor burla contra un pueblo crédulo fue
cuando dijo que su Vaca Ubre Blanca daría leche suficiente para llenar la Bahía
de La Habana. El resultado trágico es tan conocido que basta con resumirlo.
Centenares de miles de presos por el simple hecho de contradecirlo, dos
millones de cubanos regados por el mundo y más de 100,000 muertos entre fusilados,
asesinados, muertos en prisión, misiones internacionales y devorados por los
tiburones en el Estrecho de la Florida. Nunca ha celebrado elecciones libres
pero estoy seguro de que si lo hubiese hecho en los primeros cinco años de su
"reinado" las hubiera ganado con facilidad.
Al mismo tiempo, el
discípulo de Hitler tuvo también su propio discípulo en un payaso carismático
llamado Hugo Chávez. En 1992, aquel analfabeto osado intentó dar un golpe de
estado contra el gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez pero fracasó en
el intento. Como Hitler y Castro, Chávez sufrió primero cárcel y después
destierro. Regresó de su curso en La Habana preparado para hacerse con el poder
por el mismo camino del engaño de los dos anteriores. Entre 1998 y 2012, Chávez
ganó cuatro elecciones presidenciales contra cuatro contrincantes diferentes,
por lo menos las primeras tres con resultados reales.
En el curso de esos
14 años, Chávez dijo que no sería dictador, prometió que no confiscaría
empresas privadas y afirmó que respetaría la libertad de los medios de
comunicación. Cuando la providencia se apiadó de Venezuela y se lo llevó a la
tumba ya Chávez no sólo había violado todas sus promesas sino había sumido en
la miseria a su pueblo para mantener en el poder a la tiranía obsoleta y al
régimen fracasado de los hermanos Castro. Como los cubanos, los venezolanos no
escucharon a quienes tratamos de advertirles sobre el terremoto que se les
venía encima y, como los cubanos y los alemanes, los venezolanos cayeron presa del
encantamiento de su Mesías.
Por estos días los
Estados Unidos parecen enfilarse por el mismo camino de los alemanes, los
cubanos y los venezolanos. En un panorama nacional hipertrofiado por la
pesadilla que ha sido Barack Obama, aparece un Donald Trump con su narcicismo
galáctico, su conducta incoherente y su retórica corrosiva. Con ello se ha
ganado un lugar destacado en el salón de la fama de los falsos Mesías y puesto
en peligro la tarea de restaurar la armonía tan necesaria en esta sociedad pulverizada
por el fanatismo y la polarización.
En realidad, Trump y
Obama, dos hombres, supuestamente ubicados en polos opuestos del espectro
ideológico, tienen tantas similitudes como diferencias. Pero, como la paciencia
del lector es limitada, destacaré solamente la capacidad de ambos para hechizar
multitudes y la inmensa habilidad para manipular a las comunicaciones masivas.
Obama llegó al poder sin dar detalle alguno sobre sus planes de gobiernos. Su
lema central de "Hope and Change" (esperanza y cambio) fue diseñado
para estimular sentimientos de solidaridad hacia un joven elocuente e
"idealista" que era hijo de una raza sufrida. La gente le dio un
cheque en blanco en el cual Obama ha escrito 20,000 millones de dólares de una
deuda nacional que ha hipotecado por muchos años a los Estados Unidos.
Aunque desde un
ángulo diferente, Donald Trump está haciendo algo muy parecido. Cuando algún
periodista le pregunta sobre planes específicos de gobierno, Trump la emprende
con una diatriba sobre la incompetencia de Barack Obama y la corrupción de los
políticos de ambos partidos. Insulta a sus adversarios en las primarias
republicanas y amenaza a gobiernos como los de China, Japón y México con los
cuales los Estados Unidos han mantenido y seguirán manteniendo relaciones
políticas y comerciales. En esto difiere del simulador y cautelosos Barack
Obama de las elecciones del 2008. Pero al igual que Obama, su lema de "We
will make America great again" (Haremos a America grande de nuevo) no es
un plan de gobierno sino un mensaje de alta carga emotiva a quienes resienten
el deterioro de los Estados Unidos en los últimos siete años. Dos falsos Mesías
vestidos con distintos ropajes.
En conclusión, el
éxito de estos cinco farsantes en su misión de hacerse con el poder absoluto
demuestra que tanto pueblos de supuestos altos niveles de desarrollo económico,
madurez ciudadana y sofisticación cultural como pueblos considerados más
atrasados son vulnerables al hechizo de los falsos Mesías. Podríamos quizás
aventurarnos a decir que a pesar de los adelantos de la civilización desde la
llegada del hombre a la Tierra, de todas las conquistas sociales, de los
descubrimientos de la medicina y de los progresos tecnológicos, el hombre de
los rascacielos y el hombre de las cavernas comparten los mismos instintos
básicos y padecen de las mismas debilidades. Quizás la mejor enseñanza que
podemos sacar de todo esto es que la libertad nunca está totalmente segura y
que el precio de mantenerla es la vigilancia perpetua.
Alfredo Cepero
alfredocepero@bellsouth.net
@AlfredoCepero
Director de
www.lanuevanacion.com
Estados Unidos
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