La situación en que se encuentra actualmente la
política española, pudiera apreciarse a simple vista como de normal o típica
dentro de los avatares propios de la
formación de un gobierno, en el sistema
parlamentario; más aún, cuando ninguno de los dos principales partidos del
espectro ideológico español alcanzó, en
las elecciones del 20 de diciembre pasado, una mayoría autosuficiente de
escaños para lograrlo. Sin embargo, una
segunda mirada, en profundidad, a ese
panorama político, nos permite ver los peligros que lo amenazan.
Nos
referimos a la naturaleza y alcance de los pactos que pudiera realizar el líder de PSOE, Pedro
Sánchez, encargado como ha sido ya por
el Jefe de Estado, Felipe VI, de formar gobierno, con el fin de ser Presidente
a toda costa y por encima de todo.
Tal como están las cosas, esto es, con posturas
enfrentadas entre el PSOE y el PP, que no admiten acuerdos entre ellos,
para que alguno de los dos gobierne,
pero con socios minoritarios importantes como Podemos o Ciudadanos, que
si bien pueden brindar apoyos directos
significativos, no son aún suficientes, no queda más remedio que echar mano de
las otras facciones políticas más pequeñas, alguna como es el caso de Izquierda
Unida, con apenas dos diputados; aunque dos
votos son dos votos y, al final, suman.
El obstáculo, el verdadero obstáculo a vencer es
como obtener los respaldos minoritarios de los grupos nacionalistas regionales
en Cataluña y el País Vasco; pero, sobre todo, a qué precio. Y aquí, el precio
lo pone el señor Pablo Iglesias, líder prominente de Podemos y de varias
coaliciones electorales regionales.
El problema para Sánchez, más allá de su arrogancia
y ansias de poder, radica en que sin los votos o abstenciones del PP y de
Ciudadanos y solamente con los apoyos de Podemos, carece del soporte necesario
para formar gobierno, lo que lo coloca
forzosamente en el camino del diablo y de la tentación. Un diablo, que en esta ocasión, tiene voz
propia en boca de Pablo Iglesias, quien le dice a Sánchez, o simplemente le
recuerda a diario lo que tiene que hacer, como por ejemplo, aceptar las cuotas
de poder que le pide Podemos en el nuevo
gabinete, entre ellas, la
vicepresidencia y varios ministerios,
así como la exclusión de Ciudadanos y la
participación de Izquierda Unida en
cualquier coalición de gobierno, o la aplicación de medidas y programas del
ideario político de Podemos,
La tentación no es otra que la de cruzar la línea
roja, prohibida, de pactar con los
diferentes separatismos del mosaico español. Su propio partido le ha puesto
alertas, aunque no ya condiciones, en
tal sentido, y la historia y tradición de Estado, del PSOE,
lo obligan, en principio, a no cruzarla. Pero el diablo, es el diablo.
Hay compañeros de viaje que pesan como una losa y
Podemos es algo más que un peso muerto. Es un socio obligado y obligante, en
busca de una simbiosis con el PSOE, que a todas luces le favorece y de la cual
Pedro Sánchez, aun conociendo los riesgos, quiere sacar provecho personal, sin
importarle las posibles consecuencias para España. Sin Podemos y la ascendencia
sobre los grupos separatistas, de Pablo Iglesias, quien prometió referendos a
catalanes y vascos en su campaña electoral,
la investidura de Sánchez luce imposible y eso lo saben tanto Pedro como
Pablo. Pero ambos saben igualmente,
que Pablo juega con ventaja, pues en el caso de que la investidura de Pedro
se frustrase, el escenario de unas
nuevas elecciones beneficiaría más a Podemos que al PSOE, con la posibilidad
cierta de que Pablo fuese el próximo candidato de la izquierda española para ocupar la Moncloa.
En resumen, que Pedro Sánchez tendrá que hacer malabares para materializar
esa investidura, pues de lo contrario
desaparecerá del mapa político. Además, deberá convencer a los jefes locales de
su propio partido y a los españoles, en general, de que su investidura, de
llegar a alcanzarla, es el producto de unas alianzas y acuerdos transparentes,
en los cuales no se traicionaron, ni vendieron, los principios soberanistas del
Estado español, ni su unidad territorial, así como tampoco los valores que han
venido animando al PSOE desde su
fundación, los cuales deben estar presentes en cualquier nuevo gobierno
socialista, aun de coalición.
Los caminos de Pedro y Pablo se cruzan en momentos
en que los viejos fantasmas del separatismo y de los compartimientos estancos,
resultado, estos últimos, de la superposición de los intereses particulares y
grupales sobre los nacionales de España, a que hacía referencia Ortega y
Gasset, hacen su aparición nuevamente en la política española, con un rol
protagónico.
Mientras tanto, Pablo defiende su idea de Estado o
“realidad plurinacional”, con todos los peligros que conlleva, incluida la
potencial “balcanización” de España, y Pedro juega con las palabras, ofreciendo
una constitución federal, no obstante que la vigente ya establezca, bajo el
ropaje de las autonomías, un federalismo singular.
Lamentablemente, una cosa es segura dentro del
escenario de incertidumbres que se presenta para España, en el caso de que
Pedro y Pablo lleguen a cristalizar sus aspiraciones, y es que ningún gobierno
conformado con una variedad de partidos que tienen ideologías diferentes e
incluso objetivos e intereses contrapuestos, con el PP y Ciudadanos en la
oposición, podrá mantenerse a flote por mucho tiempo. Y esto, Pedro y Pablo,
también lo saben.
Jose Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf1
España
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