Las diferentes
agrupaciones políticas y movimientos
obreros de izquierda y centro izquierda del Ecuador están sosteniendo
reuniones con el propósito de establecer un frente común, de carácter
electoral, de cara a las próximas elecciones legislativas y presidenciales de
comienzos del próximo año 2017.
Un acercamiento que,
en principio, busca alcanzar una coyuntura
frente a la derecha, que pueda presentar
candidatos únicos en esos comicios y aproveche así, los espacios que la
no presentación a la reelección del actual presidente Rafael Correa dejará
libres. Esto último, algo que en nuestra opinión aún está por verse.
No sabemos si esa convergencia de objetivos e intereses llegará finalmente a
conseguirse en el Ecuador actual, pues los encuentros, bastante heterogéneos de
por sí, entre líderes de la vieja guardia socialista, partidos, sindicatos y
agrupaciones indígenas, apenas comienzan, por lo que habrá que esperar el
desarrollo de los próximos eventos.
Pero lo que sí parece
seguro, es que aun teniendo éxito y conformando un bloque sólido, las
circunstancias pueden cambiar y que no tengan que enfrentarse únicamente a la
derecha. Así que la izquierda ecuatoriana debe estar preparada
para cualquier imprevisto y esperar a que de verdad, las elecciones
presidenciales que están anunciadas para el primer trimestre del 2017,no se efectúen, sorpresivamente, después
del 24 de mayo del 2017, fecha a partir de la cual entra en
vigencia la enmienda que permite la reelección indefinida; pues si esto
sucediera, tendría además que cruzar los dedos, para que Correa no se presente,
a última hora, a la presidencia nuevamente, cambiando de opinión.
Una circunstancia que
es probable, si tomamos en cuenta algunos precedentes similares en la región y que llevaron a
reelegirse a quienes lo tenían prohibido constitucionalmente, como ocurrió, por
ejemplo, en Bolivia y en Venezuela. En el caso venezolano, debemos recordar
que Chávez había llegado a perder, incluso, un referéndum cuyo objeto era
enmendar la norma constitucional que le impedía la continuidad en la
presidencia después de dos periodos en el cargo.
De cualquier modo,
pensamos que conformar un bloque unitario de izquierdas no será tarea fácil.
Entre otras razones porque definir que es la izquierda, o quién es o no es de
izquierda en el Ecuador, puede resultar confuso. En efecto, el propio Rafael
Correa fue llevado a la presidencia por ser considerado un socialista, un
representante de la nueva izquierda del
siglo XXI, junto con Evo Morales, Cristina Kirchner y, por supuesto, Hugo
Chávez.
Hoy en día, sectores progresistas y de la
izquierda tradicional, consideran que Correa nunca agarró el toro por los
cuernos y que el socialismo le quedó
grande. Otros piensan que su estilo
es más parecido al de Chávez,
quien practicó un nacionalismo populista, dentro de un marco convenientemente
socialista en su país. Comparación esta
última, que colocaría a Correa en el ámbito del fascismo del que los gobiernos
de Chávez dieron sobrados ejemplos;
aunque en este caso sería más explicable, dado su pasado militar, que en el de
Correa. Un pasado que, en el fondo, Chávez nunca dejó, ni como presente, ni
como futuro.
El problema en
Ecuador, como en la totalidad de la América Latina actual, es que la izquierda
sigue siendo un postulado, un doctrina creíble para los únicos que la pueden
creer y seguir, esto es, las clases populares marginadas hasta hora por la
política tradicional y los políticos tradicionales, incluidos los de izquierda.
Por eso, desde finales del siglo pasado, en nuestro continente se votan a los políticos que surgen desde la no
política, prácticamente de la nada, incluso sin partidos políticos de
solera, que se hacen prácticamente en el
camino, como Fujimori, Chávez o el
propio Correa. Y por la misma razón las identidades ideológicas del pasado,
antes tan definidas e identificables para cualquiera, hoy en día se desdibujan
unas con otras, guardando apenas algún parecido con aquellas. Un parecido
que aunque sea solo en lo superficial o
en las formas del discurso, sin importar mucho su contenido, es más que
suficiente, para que las nuevas generaciones de votantes puedan seguir soñando
con el mismo credo, pero ahora con protagonistas diferentes.
De ahí, esa
proliferación de partidos con poca militancia de cuadros, y con esa extraña
mezcla de ideologías, que predican ser nacionalistas y socialistas a la vez, o
de derecha neoliberal pero que cuando llegan al poder practican capitalismo de
Estado; militarismos populistas de izquierda, ecologistas, humanistas, etc.
todos tan propios de nuestras latitudes, que dependen al final del gurú de
turno, para convertirse con personalidad propia en “Peronismo”,”Kirchnerismo,“Fujimorismo”,”
Lulismo” o “Chavismo”.
Por ello, definir a Correa, al propio
Chávez, o a cualquier otro políticos
latinoamericano de ahora, como de
izquierdas o de derechas, puede terminar siendo un ejercicio ocioso. Eso explicaría
porque la revolución, por ejemplo, es “bolivariana” para Chávez y “ciudadana”
para Correa, o porque después de una década no se ha hecho ninguna reforma
agraria en ninguno de esos países, no obstante predicar el socialismo, la
inclusión social etc.; o porqué el movimiento sindical ha sido dividido,
retrocediendo y perdiendo terreno de manera significativa, a costa de esperar
otras figuras sustitutivas más
revolucionarias que nunca llegaron, porque no las hay, y de una legislación que
les quito fuerza y debilitó sus estructuras.
Ni determinismos
ideológicos, ni doctrinas, lo que ha venido imperando hasta ahora en gran parte
de nuestra América Latina ha sido el personalismo. Lo demás, son cuentos de
camino.
Jose Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf1
Miranda -
Venezuela
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