Cuando Barack Obama
comenzó su esperado discurso en La Habana diciendo “cultivo una rosa blanca”,
la primera impresión fue que estaba pisando en falso. Ella es para el amigo
sincero que me da su mano franca. Y para cruel que me arranca el corazón con
que vivo, cardos ni ortigas cultivo; cultivo “la” rosa blanca (la del amigo).
Esto lo vivimos (no
lo razonamos) quienes crecimos recitando el poema de memoria: hay que cultivar
amor, para quien lo merece; sin cultivar odio, rencor, resentimiento por y para
otros.
La de Obama quizás
sea reminiscencia de una de las ideas cristianas más controvertidas y difíciles
de cumplir en la práctica, que es hacer “esta ofrenda de paz y amistad tanto a
sus amigos como a sus enemigos”, ilustrada en el gesto de volver la otra
mejilla.
Esta podría ser otra
de las razones nunca confesadas que llevó a la separación de la Iglesia y el
Estado, porque no calza con el lenguaje político ni jurídico donde el
imperativo es “darle a cada uno lo suyo”, lo que le corresponde. Si se trata a
los enemigos igual que a los amigos, se comete una doble injusticia: con estos,
que serían defraudados y con aquellos, que no serían castigados.
Otro gran fracaso de
la religión es cuando manda abandonar todos los bienes y darlos a los pobres para
seguir el camino espiritual, lo que pocos santos toman al
pie de la letra. La solución la ofrecen los mismos profetas cuando
aclaran, para poder ser tomados en serio, que “mi reino no es de este mundo”;
al contrario, este mundo material en que vivimos está regido por las
necesidades de la carne.
Parece bien que las
Iglesias se ocupen de los asuntos espirituales y los Estados de “este mundo”,
porque luce sensato mantenerlos claramente separados y delimitados, por
experiencia histórica, porque siempre que se mezclan el resultado es
catastrófico.
No en balde en los
EEUU se prefiere hablar de la Administración, esto es, adjudicación de recursos
para fines previamente establecidos, no necesariamente por el Presidente que
ocupa una oficina por un período determinado; donde en Latinoamérica se habla
del Gobierno, con énfasis en la orientación política del Estado.
Estaría muy mal que
el Presidente, como administrador, dilapidara los recursos de los
contribuyentes regalándoselos a los pobres; cosa que no se critica lo
suficiente en Latinoamérica, donde nadie se atreve a censurar ni siquiera la
llamada solidaridad internacional de los dirigentes socialistas, es más, casi
nadie advierte que no se puede hacer caridad con bienes ajenos, que es lo que
hacen quienes nunca regalan lo que es de ellos sino lo de los demás y los
bienes públicos, que aparentemente no tienen dolientes, aunque la ruina la
pagamos todos.
Igualmente erróneo es
hacerles las barbas a los ayatolas iraníes en detrimento de Israel, el único
aliado consecuente y confiable que tiene EEUU en todo el Medioriente; como ir a
recogerles las babas a los seniles hermanos Castro, desairando a quienes han
perdido vidas y bienes creyendo en los valores que “hicieron grande a Estados
Unidos”.
Para decirlo gráficamente,
tratando de no ser ofensivo ni caricaturesco: Si Obama quiere reconciliarse con
sus enemigos, ¿por qué no invita a la Casa Blanca a los Grandes Dragones del Ku
Klus Klan? Podrían hacer una estupenda barbacoa en sus jardines, cantando
canciones confederadas del sur de Misisipi, bajo la luz de una cruz encendida.
Sabemos que no puede
hacerlo, porque con eso hiere los sentimientos de millones de afroamericanos,
como se les dice ahora, que fueron y son víctimas del KKK.
¿No merecen idéntico
respeto las víctimas de los hermanos Castro y secuaces?
DISCURSO SOBRE EL
ESTADO DE LA UNIÓN
Es todo un desafío
presentarse ante un auditorio hostil y rígidamente controlado por la seguridad,
que no va a perder detalle de los mínimos gestos, de quien, cuando y cuanto
aplaude, de muestras de excesivo interés o aburrimiento y afuera el público, de
propios y extraños, a la caza de cada giro, tono, inflexión, más que de las
propias palabras.
Por ejemplo, la
introducción condenando los atentados en Bruselas, solidarizándose con
“nuestros aliados”, que no tuvo la menor adhesión, ni un suspiro, solo un tenso
silencio: mal comienzo, a despecho de que la supuesta alianza contra ISIS
incluye a Rusia y en consecuencia a Cuba, pero apoyando a Bashar Al Asad a
quien los aliados adversan.
Luego anécdotas, como
que nació el mismo año de Playa Girón, aunque la verdad es que no había nacido
en abril cuando ocurrió el incidente, por lo que cae fuera de su ámbito de
responsabilidad; sin embargo, está mal recordarlo porque ya entonces estaban los
Castro y unos cuantos de los presentes en el poder.
La llegada de su
padre desde Kenya coincide con la revolución lo que por vía indirecta permite
reflexionar sobre algunos prejuicios vulgares. No todo negro es descendiente de
esclavos como no todo blanco lo es de esclavistas. Los Obama no tuvieron nada
que ver con la esclavitud en EEUU y tampoco con la lucha por los derechos
civiles.
La madre, Stanley Ann
Dunham, era blanca; dice que lo crió sola y sin mucho dinero, habría que
agregar que en Hawaii, donde no hubo esclavitud, abolicionismo, guerra civil,
segregación, de hecho, para cuando ocurrió la revolución castrista, ni siquiera
era un Estado de los EEUU.
Cada dicho de Obama
da para un libro, como su enigmática alusión a “nuestro mejor boxeador Mohammad
Alí” quien sólo hubiera logrado un empate con otro gran cubano, Teófilo
Stevenson; baste recordar que su verdadero nombre es Cassius Clay, hasta que se
convirtió en musulmán y adhirió a la Nación del Islam, de la que se volvió
principal propagandista y enemigo del stablishment americano.
Limitémonos sólo a algunos, como la razón de
su nueva política hacia Castro que es una y sencilla: “Lo que EEUU estaba
haciendo no funcionaba”, así de simple.
Claro, si no se dice
explícitamente cuál es el objetivo no puede saberse si una política funciona o
no, ni parece que las políticas de diez administraciones anteriores tuvieran un
único objetivo, ni que éste fuera el derrocamiento de esa tiranía; más bien lo
inscribían dentro de la política de equilibrio estratégico frente a la Unión
Soviética.
Precisamente en la
crisis de los cohetes el equilibrio del terror nuclear funcionó. La
supervivencia del régimen de Castro fue funcional al status quo en Berlín
occidental, la independencia de Grecia, la seguridad de Turquía, lo cual dejó
de tener sentido con caída del bloque del este y la pérdida del factor
cohesionante del temor al comunismo; ahora su supervivencia es incomprensible.
Por cierto, una
palabra borrada del discurso político de Obama “comunismo”. Dice que el régimen
castrista es unipartidista, de economía socialista y que privilegia el control
del Estado; mientras el sistema americano es pluripartidista, de mercado y
centrado en el individuo.
Dejando de lado el
relativismo moral que presenta los dos sistemas como equivalentes, como si
aquel no implicara violación de derechos humanos y sea una quimera, para lo
único que sirvió la comparación fue para exaltar las virtudes de la democracia
sobre el comunismo, que no mencionó nunca, pero que por conocidas y provenientes
del enemigo imperial no van a ganar ni un solo nuevo partidario, salvo los que
ya tenía y que se abandonan en el más absoluto desamparo.
No puede pasarse por
alto que Obama diga que el sistema educativo castrista valora a cada niño y
cada niña (aplausos): ¿Serán los mismos que llevan a los actos de repudio? ¿A
los que obligan a gritar: “¡Seremos como el Che!”? ¿Será que fue abolida la
organización de “pioneros”? ¿Será que ahora los padres pueden elegir la
educación que quieren para sus hijos? En fin, ¿será que si soy judío o
cristiano tengo derecho a decidir que no formen a mis hijos en valores
socialistas?
Obama cosecha grandes
aplausos pidiendo como Presidente de EEUU que el Congreso levante el embargo,
¡el Congreso! Este es otro estribillo que cansa: Obama se presenta a sí mismo como alguien
bienintencionado que quiere hacer maravillas como cerrar la cárcel de
Guantánamo o crear un sistema de seguridad y asistencia social integral
obligatorio; pero tropieza con la incomprensión y mala fe de adversarios que le
impiden hacer el bien, nadie sabe porqué.
Si hay una
Constitución y unas cuantas leyes que saltarse, ¿qué significa eso cuando lo
que está en juego es la felicidad universal? Precisamente así piensan los
revolucionarios genuinos. Ellos poseen la llave de la puerta que lleva a la paz
y la justicia; pero ésta no puede franquearse sin una tremenda dosis de
autoritarismo que venza la resistencia de los privilegiados, verdaderos
obstáculos en el camino hacia la realización de la Idea.
De manera que como
sólo Él tiene la Razón y cientos de senadores, representantes y millones de
ciudadanos están equivocados, entonces está bien gobernar por órdenes
ejecutivas, esto es, dictados, justo de donde proviene la palabra “dictador”.
De allí que la
admiración de Obama por tiranos filantrópicos sea sincera y tan firme como la
convicción de la izquierda norteamericana de que los déspotas y delincuentes
latinoamericanos son víctimas de conspiraciones de medios que les han creado
mala fama, lo que ellos, en su gran perspicacia y suprema inteligencia, jamás
han creído.
Obama proclama que
“nadie puede negar el servicio que miles de doctores han llevado a los pobres,
a los que sufren” (atronadores aplausos) y nos enteramos de que trabajan en
África lado a lado con los americanos: ¡Carajo, esta sí que es una Nueva Era,
en la que el Internacionalismo, por fin, se dio la mano con el Imperialismo!
Concluye dándole las
gracias a Castro por haber brindado el escenario para las conversaciones de paz
entre las FARC y el gobierno para resolver “la guerra civil” que azota a
Colombia y esto sí que es una concesión al realismo mágico.
Tal como La Florida
puede ser azotada por un huracán, pues Colombia es azotada por una “guerra
civil”. ¿Y cuáles serán los bandos civiles de esa guerra? Ni pensar en una
guerrilla comunista apertrechada, adoctrinada y respaldada política e
ideológicamente por Castro, que pugna por tomar el poder mediante la táctica,
ideada por Castro, de la “lucha armada”.
La bien bautizada
Communist News Network (CNN), el NYT y Hollywood en pleno no son suficientes
para imponer una nueva Historia a la medida de la fantasía de Obama &
Company; ni es el primer revolucionario convencido de que el mundo puede
empezar a partir de Él, ex novo.
El infierno de los
políticos que sacrifican el presente en aras de un legado es ignorar que lo que
queda es lo que hacen.
NO HAY TIEMPO PARA
VENEZUELA
Lo que más se
reciente de la política de Obama es la separación artificial que hace entre dos
revoluciones que, según sus creadores y responsables, son una sola, de manera
que Venezuela no cumple con los estándares democráticos, es una amenaza
extraordinaria para los intereses nacionales de los EEUU y pasible por tanto de
sanciones; pero Cuba sí cumple los estándares, no es una amenaza y es
impermeable a las sanciones.
No hay que pensar ni
un minuto para advertir el absurdo: Los dos reactivos de EEUU para detectar una
amenaza son el terrorismo y el narcotráfico; ahora bien, ¿alguien en su sano
juicio puede creer que Venezuela es el puente de tráfico de drogas de las FARC
hacia el mundo, pero el régimen cubano no sabe nada?
Asimismo llegan miles
de yihadistas a los que diligentemente se otorgan documentos de identidad venezolanos, incluso
pasaportes diplomáticos, el sistema de identificación y extranjería es
controlado por cubanos, una empresa cubana triangula los pasaportes del
Mercosur, pero ¡Cuba no tiene nada que ver con el asunto!
La verdad es que
Castro utiliza a Venezuela para el trabajo sucio dejando aquí la mierda y
pretendiendo sacar a Cuba afuera para no embarrarla; pero ¿esto es creíble? ¿Se
puede diseñar una política exitosa partiendo de falsedades?
Allá corrió Maduro
antes de que llegara Obama para que se metiera en la agenda la falacia de que
EEUU es quien está desestabilizando al país y no el trasplante del modelo
castrista; pero no les alcanzó el tiempo, entre mojito y mojito y un partido de
beisbol.
Nunca hubo una
situación tan bochornosa desde que Chávez trató de colearse en la fiesta del
Papa Benedicto XVI por el jubileo de la Caridad del Cobre y lo dejaron fuera.
¿Qué política exterior es esta? ¿Qué dirán nuestros internacionalistas, que los
hubo tantos y tan buenos?
La política de Obama
se resume en una palabra “ambivalencia”. Por un lado hace un guiño a los
comunistas de su administración, nostálgicos de los años sesenta, por el otro,
promete “obtener resultados” que no se han conseguido, según él, en medio
siglo; pero no aclara cuáles son esos resultados, más allá de quitar el
pretexto del embargo, pero no se sabe si es para que el régimen se sincere o
para que se caiga.
Si por ventura el
castrismo se viniera abajo mañana por inercia natural, cantaría victoria; si se
prolonga más allá de su mandato, lo que probablemente ocurrirá, no se le puede
reprochar nada, porque nunca dijo que su propósito fuera derrocarlo.
Mientras tanto, el
mismo día de su llegada, nueve balseros se ahogaron en el estrecho de La
Florida; miles de cubanos se agolpan en las fronteras de Panamá, Costa Rica,
Nicaragua, en pos del sueño americano, los disidentes son pisoteados en la
isla; pero eso no entra en la cuenta porque su política no es de este mundo
sino del porvenir.
Va a aumentar el
acceso a Internet en Cuba, mientras en Venezuela se extingue; va a encender
luces en Cuba, mientras en Venezuela se apagan.
Así, la política de Venezuela también puede resumirse
en una palabra: “Vergüenza”.
Luis Marin
lumarinre@gmail.com
@lumarinre
Caracas - Venezuela
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