Cuánto queda por decir en los días cruciales de lo que ha
significado el cierre de un periódico
que por décadas ha constituido ese sentimiento arraigado en el corazón
de los carabobeños. El pueblo con su
sapiencia y sentido de pertenencia lo hizo suyo y por más que le nieguen
la circulación, nada calmará la
rabia colectiva ya sembrada en los
mismos espacios donde la forma de hacer
periodismo, en el acontecer nacional, ha
sido ventana abierta a las ideas y defensa incondicional a la libertad de
expresión.
Cuando los
mandatarios comienzan a vivir el terror de un destino nublado, se
asustan con su propia sombra. Esa es la consecuencia que vive Venezuela con
un presidente que tirando palos a
ciegas, se lleva por delante todo lo que considere obstáculo. El precio de no sumarse a la línea editorial
del régimen es el que están pagando El Carabobeño y tantos medios radiales y escritos que no se han
arrodillado. Este procedimiento -propio
de las más férreas dictaduras- nace con el único fin de implantar una hegemonía comunicacional al servicio de esos
intereses.
Hemos leído las
muchas opiniones referentes a la indiferencia del gobernador Ameliach frente al cierre de El
Carabobeño. El silencio del mandatario
tiene justificación por ser él, parte de esa política que expresa la barbarie
de un modelo que, en su afán de
implantar la hegemonía comunicacional, en nada se diferencia de esos
procedimientos ya desarrollados en Venezuela en épocas de dictadura. La crisis que hoy vive El Carabobeño ya la
han vivido otros medios de prensa
escrita; pero al referirnos a este diario, estamos hablando de 82 años de
vigencia que lo han convertido en un icono de la cultura del periodismo
regional.
No están en discusión los historiales regionalistas del
gobernador pero, en su visión de hombre
público, le dio mayor valor a su
proyecto político que a la expresión
innata del pueblo de Carabobo. Ese periódico
-sometido hoy al cierre obligado por la carencia del papel- habrá
de convertirse en el insomnio de su conciencia; con ese paro forzoso, les
dieron donde les duele a los carabobeños.
Transitamos caminos diferentes;
el nuestro es hacia la libertad sin mordaza, mientras que
el proyecto totalitario ya está dando señales de un final cada día más cercano. El Carabobeño volverá a las manos del
pueblo.
Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
Carabobo -
Venezuela
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