“El compromiso es el arte del liderazgo, y uno se compromete con su adversario, no con su amigo.” Nelson Mandela
Son impresionantes
las similitudes y rasgos comunes de los testimonios de quienes han ejercido
algún tipo de liderazgo a lo largo de la historia. El comportamiento de algunos
líderes, muchas veces elevados a la categoría de semidioses, cuando se hurga en
sus ejecutorias, muestra sus debilidades, sus
flaquezas y sus perversiones. Otros, por lo contrario, sirven de
inspiración y ejemplo para sus semejantes por su gran autenticidad y por su
inquebrantable integridad.
Uno de estos últimos
fue Nelson Mandela quien se convirtió en una figura legendaria por su largo
encarcelamiento tan sólo por pensar distinto y exigir justicia. Se erigió como
la representación de la aspiración y conquista de la libertad no solo para los
hombres negros sudafricanos sino para todos los que sentimos la pérdida de
nuestros espacios para ejercer un derecho
tan natural como lo es la libertad.
En su libro
autobiográfico “Conversaciones conmigo mismo”, cuyo prólogo fue escrito por
Barack Obama, hace la siguiente reflexión: “La decadencia moral de algunas
comunidades en varios lugares del mundo se revela, entre otras cosas, en el uso
del nombre de Dios para el mantenimiento de acciones que todo el mundo condena
como crímenes contra la humanidad,” Esa degradante condición se ha observado
históricamente. No hay nada tan herético como escuchar el nombre de Dios en
boca de terroristas, extremistas, comunistas y delincuentes infatuados con el
poder, desde donde liberan y ponen en práctica todas sus perversiones, como si
jamás tuvieran que rendir cuentas a la justicia humana y a la justicia divina.
Son los falsos revolucionarios
e incluso luchadores por la libertad, que han sucumbido con frecuencia a la
avaricia y la tendencia a desviar fondos públicos para su enriquecimiento
personal. Los que han amasado vastas fortunas traicionando los nobles objetivos
que los impulsaban; los que abandonan a las masas y se enriquecen por medio del
robo sin piedad a los más pobres, como acusa Mandela. En nuestro caso, la magnitud de la corrupción es una vergüenza
mundial ya que somos una sociedad que espera y aspira un respeto universal como
defensores de los derechos humanos y como luchadores por el rescate de los
valores que nos distinguen como Nación.
Venezuela es un país
que continúa en espera de un liderazgo motivador, con sólidos principios que
señalen un nuevo rumbo hacia el éxito y la prosperidad, con decencia y
dignidad, sobre todo cuando el compromiso es la única alternativa para aquellos
que quieren la paz y la estabilidad de verdad.
Neuro
Villalobos
nevillarin@gmail.com
@nevillarin
Zulia - Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario