sábado, 5 de diciembre de 2015

ENRIQUE VILORIA VERA, TIERRA DE DESGRACIA BOLIVARIANA

En enjundioso texto, Uslar Pietri asevera que "Venezuela pudo llamarse Tierra de Gracia. Así la nombró Colón, Almirante del Mar Océano, y sus pobladores hubiéramos sido los graciteños”. Pero esta denominación, aunque permaneció profundamente impresa en el corazón de los fervorosos creyentes que eran los españoles, duró poco;  fue sin dudas el producto de una inspiración personal y de una profunda creencia religiosa arraigada en el espíritu del Almirante de la Mar Océano. Por muy poco tiempo fueron graciteños los pobladores de aquella Tierra de Gracia que tanto entusiasmó a Colón, puesto que la misma pasó a conocerse prontamente, por efecto ahora de la fonética y no de las creencias religiosas, como Paria. En efecto, como bien recuerda Uslar: "Hubo también la oportunidad que nos llamáramos Paria: Era un buen nombre indígena con una fonética clara fácilmente adaptable a las principales lenguas occidentales. Paria era todo el desconocido territorio que se abría desde la costa de los esclavos y de la sal para los sedientos y codiciosos pobladores de la Cubagua de las perlas”.

Al igual que el nombre de Tierra de Gracia, la denominación de Paria, a pesar de ser el nombre más difundido de la costa, tampoco habría de durar mucho tiempo en  boca de los conquistadores para designar definitivamente a aquella dimensión geográfica que continuaba careciendo de una  identidad permanente y asentada.

 Luigi Avonto, refiriéndose al periplo marino de Amerigo Vespucci expresa: "De la Isla de los Gigantes, los expedicionarios pasaron luego a otra ‘comarcana de aquélla a diez leguas’, donde encontraron una grandísima población que tenía sus casas edificadas en el mar como Venecia, con mucha arte. Según Magnaghi esta isla sería la de Aruba, pero es más probable que se trate de la península de Paraguaná tomada por una isla. Fue precisamente de este descubrimiento que tuvo origen el nombre de Venezuela, o sea  "Pequeña Venecia” (nombre que en la mente de un italiano como Amerigo surgiría con total espontaneidad en semejante circunstancia), más tarde extendido a todo el país que aún así se denomina.”

 Es verdad que otras calificaciones van a durar algo más en el tiempo, como la  de Tierra Firme o Costa Firme durante todo el siglo XVII e incluso parte del XIX, pero lo absolutamente cierto es que la denominación de Venezuela, esa que se derivó de la precaria realidad de unas veinte casas construidas en forma de campanas no erigidas en tierra firme, sino asentadas sobre estacas en el fondo de las aguas del golfo Coquivacoa y que trajo de inmediato a la mente del navegante florentino a la gran ciudad del Adriático,  es la que logró, en definitiva y para siempre, imponerse en la conciencia y en el afecto de los habitantes de esas nuevas tierras.

El nombre de Venezuela resiste en el tiempo, no sólo en el de la Colonia española sino también durante el proceso de la Independencia americana, sobrevive y se consolida al desarticularse la Gran Colombia; mientras la antigua Presidencia de Quito terminará llamándose Ecuador y el Alto Perú será definitivamente conocido como Bolivia, Venezuela sigue para siempre siendo Venezuela; aunque por efecto de un depredador y nocivo socialismo del siglo XXI ha pasado a denominarse: Tierra de Desgracia Bolivariana.

Enrique Viloria Vera
viloria.enrique@gmail.com
@EViloriaV

Salamanca - España  

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