sábado, 5 de diciembre de 2015

NELSON ACOSTA ESPINOZA, COHABITACIÓN Y TRANSICIÓN POLÍTICA

Bien, amigos lectores hoy es “el día”. 17 millones de venezolanos acudirán a las urnas para elegir a los próximos representantes ante la Asamblea Nacional. Son unas elecciones peculiares. En cierto sentido, tendrán un carácter plebiscitario. En líneas generales la población sufragara a favor o en contra del actual gobierno. Desde luego, en algunas circunscripciones se votara por el candidato de la preferencia de esos electores, Sin embargo, esta circunstancia es más la excepción que la regla.

Al subrayar este carácter plebiscitario, en cierta forma, se apunta hacia la posibilidad que se den las condiciones que podría propiciar el inicio de un proceso de cambios de naturaleza política en el país. Los estudios de opinión señalan que la oposición tendría una significativa presencia en el parlamento. De ser así pareciera obligante, en clave democrática,  tener que ensayar mecanismos de cohabitación y, porque no, de transición política.
Desde luego, de darse esta circunstancia, sería un evento lento y lleno de obstáculos y, porque no, de peligros que pudieran socavar los últimos resquicios que aún permanecen de nuestra cultura democrática. Recordemos, por ejemplo, El Acuerdo Nacional para la Transición” suscrito por los dirigentes María Corina Machado, Leopoldo López y Antonio Ledezma. Este breve documento tenía como finalidad preparar a los ciudadanos para el “cambio” de gobierno y compartir una serie de medidas para “estabilizar” la democracia de manera “pacifica”. 
El gobierno, por el contrario, leyó este escrito como el punto de partida para detonar un supuesto plan de golpe de Estado. Iniciativa esta que le costó la libertad a Antonio Ledezma.
Como vemos, el asunto de la cohabitación y transición no es un camino fácil. Me voy a permitir, sin embargo,  señalar algunos aportes elaborados sobre ese tema desde la ciencia política. Robert Dahl, por ejemplo, señala la presencia de tres elementos que indican la senda a recorrer entre el autoritarismo y la democracia: la relación entre el costo de opresión y el costo de tolerancia; el balance de poder entre el gobierno y la oposición, y la competitividad real de las elecciones permitidas por el régimen. Esta dinámica desplegaría su lógica más o menos así. “… mientras el costo de opresión sea menor al que representa la entrega del poder, el gobierno (autoritario) estará dispuesto a mantenerse…” en el momento en que los costos de opresión se disparen y el gobierno pierda control, está perdido”. “Para que las transiciones se den hay que bajar el costo de tolerancia. La gente en el poder debe sentir que hay un espacio para la negociación”.
Próxima a esta conceptualización se encuentra la idea de la transición por transacción política. La transición chilena constituye un ejemplo paradigmático de este tipo de cambio político. Los gobiernos de la concertación prefirieron garantizar la gobernabilidad democrática y esperar pacientemente la muerte de Pinochet para avanzar con pie firme en una revisión del pasado.
Lo que he intentado señalar, espero que con claridad, es que el resultado de estas elecciones enviaran un mensaje contundente al oficialismo. Esperemos que  sea interpretado democráticamente. De ser así, estamos ante la posibilidad de ensayar algunos de los modelos de transición que han sido experimentados exitosamente en otros países (España, Portugal, Chile, Brasil, entre otros).
Que las nuevas circunstancias electorales vengan acompañadas de sensatez política.
Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64

Carabobo - Venezuela

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